miércoles, 8 de octubre de 2014

LA IGLESIA COMO CUERPO DE CRISTO

     En las cartas de Pablo, a la Iglesia se le designa el cuerpo de Cristo como la totalidad del discipulado, la comunidad universal de los creyentes. Este es el tema de efesios, en donde Pablo señala el eterno propósito redentor de Dios realizado en la iglesia, en la que participan tanto gentiles como judíos. Hay en muchos pasajes una nota de finalidad; la iglesia comprende el pueblo escatológico de Dios convocado para participar en la nueva edad, que en Cristo se inauguró. Ahora bien, como instrumento de la gloria divina, la iglesia hereda todas las promesas, participa en la guerra contra satanás y tiene las arras de la vida eterna (Col. 1: 21-27; Hebreos. 12: 22-24, Ap.1: 20). Y la naturaleza de esta comunidad es condicionada por los atributos del que la convoca.

Tres Razones Bíblicas:

1.-  Unidad:

     Esta se deriva de la vida común en Cristo, la cual es medida por el mismo Espíritu Santo y expresada en la coordinación de los diversos dones y talentos de la iglesia, con el propósito de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio y la edificación  del cuerpo de Cristo” (Ef. 4:12). Por estar basada en Cristo mismo, esta relación es tanto de hecho, como legal y ningún miembro por sí solo puede hacerla o disolverla (Ef. 4: 1-.6)

2.- Santidad:
     El apóstol con frecuencia llama santos a los Cristianos (Ef.1: 1; 4: 17; 5: 25-27; Fil. 1:1) refiriéndose a su nuevo estado de redimidos por Cristo, tanto como a la santidad moral de sus vidas que está todavía en vías de realizar su nueva condición, hasta el día en que llegue a presentarse ante Dios, sin mancha ni arruga, ni cosa semejante.

3.- Autoridad:

     Aun cuando la Iglesia está sujeta a Cristo y al Espíritu Santo, se autoriza para proclamar el evangelio (Mateo 28: 18-20 Hechos 2:14), para exponer la verdad (Hechos. 15: 28), disciplinar a los errados (1 Co. 6:16) y celebrar los sacramentos u ordenanzas (Hechos 2:41)

2.- Principal misión de la Iglesia en la tierra.

     Jesucristo, antes de ir al Padre habló directamente sobre este asunto, en unas palabras simples y claras “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:19-20). Jesucristo antes de dejar a sus discípulos  para concluir su obra en cumplimiento de sus palabras proféticas, Él les dijo lo que tenían que hacer: ¡HACED DISCÍPULOS A TODAS LAS NACIONES! El mandamiento es claro, concreto y comprensivo. La Iglesia por lo tanto, existe para llevar a cabo dos funciones: evangelización (hacer discípulos) y edificación (enseñanza).

     Un ejemplo poco común de esto, se encuentra en 1 Tesalonicenses, particularmente en los capítulos 1 y 2 donde Pablo reflexiona sobre su ministerio en Tesalónica, lugar donde primeramente se fundó la iglesia. (Hechos 17). Pablo proporciona ideas y conceptos en 1 Tesalonicenses que ilustran muy bien tanto su obra evangelista entre ellos, como su ministerio entre los nuevos convertidos mediante el proceso de edificación.


     En resumen, el mandato de Cristo declara en términos generales la razón de ser de la Iglesia en la tierra. El libro de los Hechos y las epístolas demuestran en primer lugar que sus discípulos recibieron las instrucciones seriamente, y en segundo lugar nos enseñan la manera como cumplieron este mandamiento. En otras palabras, Mateo 28:19-20 señala los deberes básicos, y el resto del nuevo Testamento desarrolla esos deberes con ejemplos dinámicos e instrucciones adicionales, lo cual ayuda a comprender en forma más amplia lo que Cristo tenía en mente para la iglesia en la tierra.

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