miércoles, 8 de octubre de 2014

Doctrinas Biblicas

1.- Definición de las siguientes Doctrinas Bíblicas:

                Predestinación:  expresa la soberanía de Dios en la historia y en la vida de cada hombre .Dios reina soberanamente sobre los acontecimientos (Lucas 22:22; Hechos. 2:28 ; 4: 27) los tiempos y lugares (Hch17:26.31;Heb:4:7), las cosas ( Mt 17:25;21:2,3;26:18), y las personas, tanto creyentes como incrédulos ( Isaías. 41:25 ; 42:1-13;44:28-45:7 ;Hechos. 4:27;Ro. 9:10-13) para cumplir sus designios en la naturaleza y la humanidad (Sal115:3; Dn4:34),lograr la redención y la liberación de los hombres (Is:42:1-7;61:1-4),y dar gloria y honra a su nombre.

                 Del estudio de las diversas palabras que tanto en hebreo como en griego significan “elegir” o “predestinar” se desprenden varias implicaciones significativas:

1.      El concepto y los términos de la elección tienen mucha más importancia   en la Biblia que los de la predestinación, especialmente en el AT.

2.      Mientras la predestinación se refiere solo muy contadas veces a la salvación personal como tal, la elección se refiere típicamente a la redención del pueblo de Dios y (en el NT) de los individuos.


3.      Ambos conceptos son mucho más amplios de lo que tradicionalmente, partiendo de San Agustín y Calvino, se  ha creído; su horizonte de referencia es siempre el plan redentor de Dios en toda su envergadura; su contexto vital es siempre es el pueblo de Dios (dentro del cual se ubica el individuo); y su centro y corazón es Jesucristo, electo y predestinado para ser el salvador conforme al pacto eterno de Dios.


4.      En ambos casos, el énfasis cae casi  exclusivamente sobre la acción de Dios mismo al predisponer el plan redentor y al escoger a su pueblo ; prueba de esto es el muy frecuente empleo de las formas verbales en diversos tiempos y el poco uso (nada en el AT)de participios pasivos o de sustantivos derivados (p.e. “Los electos” ,  la predestinación “,)

5.      En sentido teológico la doctrina de la elección es una expresión concreta de la gracia soberana e inmerecida de Dios, y la predestinación representa una de las expresiones de su soberanía en toda la historia conforme a los designios de su misericordia      

                Regeneración: cambio radical que el espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como salvador. La persona pasa del dominio del pecado al dominio del Espíritu,   e inicia el crecimiento y el progreso espiritual cuyas meta es la perfección el llegar a ser semejante a cristo (Mt 13:23; Juan. 35; Ro. 8:29; 2Co. 5:17; 1 P. 1:21-23).

               El término aparece solo dos veces en el NT (RV). Una es en Mateo 19:28, donde nuestro Señor lo emplea en un sentido escatológico, refiriéndose a la restauración de todas las cosas, cuando los apóstoles participaran con él en gloria, autoridad y juicio. La otra en tito 3:15, donde el Apóstol pablo compara nuestra salvación con un lavamiento o limpieza que purifica la naturaleza pecaminosa del hombre.              

                Conversión: El sustantivo “conversión” se usa una sola vez (Hch. 15:3), y es traducción del gr. Epístrofe, literalmente “volverse a”. La forma verbal, “convertir”, aparece algunas veces en forma activa (Sal. 19:7), y otras en sentido pasivo (Sal. 51:13, heb. Shuf, Mt. 13:15). El significado literal de la palabra es “darse vuelta”, “girar hacia atrás”, “volverse a”. La Conversión significa que el alma se vuelve del pecado a Dios. El apartarse del pecado es el paso del arrepentimiento, y el volverse a Dios es el acto de fe mediante el cual la salvación se hace posible (Ef. 2:8, 9).

                Arrepentimiento: (heb. Generalmente nâjam,” sentir pesar [disgusto]”, “estar triste”, “consolarse”; también nôjam, “arrepentirse”, y shûb, “volver[se]”, “retornar”; gr. metanoéÇ, “cambiar de opinión [mente, dirección]”, “sentir remordimiento”, “arrepentirse”, “convertirse”; y metánoia, “cambio de opinión [mente, dirección]”, “arrepentimiento”, “conversión”). Como término teológico es el acto de abandonar el pecado, aceptar el gratuito don de Dios de la salvación e iniciar el compañerismo con Dios. El verdadero Arrepentimiento implica un cambio radical en la actitud hacia el pecado y hacia Dios. Es su generosa bondad la que lleva a los hombres al Arrepentimiento (Ro. 2:4), operando en ellos “el querer como el hacer” (Fil. 2:13). Está precedido por la convicción del Espíritu Santo que impresiona el corazón del pecador con la infinita justicia de Dios y su condición perdida (cf Is. 6:5; Hch. 2:37). A la convicción sigue la contrición, y un reconocimiento interior de nuestra necesidad de la gracia divina, unida a una disposición de permitir que Dios obre su justicia en nuestra vida (cf Sal. 34:18; 51:17; Is. 57:15; 66:2).

              El Arrepentimiento se integra a la conversión y en ésta alcanza su culminación (Hch. 3:19). Arrepentirse se usa también con el matiz no teológico de “cambiar de opinión”, “lamentar”. En este sentido se habla de que Dios se “arrepiente” de algo (Gn. 6:6; 1 S. 15:11; Jer. 18:8; etc.). El no cambia su propósito, pero el hombre, como ser moralmente libre, puede revertir el resultado de la intención de Dios.

               La adopción: Pablo es el único escritor del NT que usa el término; en su caso es una metáfora derivada del uso helenístico y la ley romana. La situación legal de un hijo en los comienzos de Roma era poco menos que la de un esclavo, aunque en la práctica su rigor variaba según el temperamento del padre. Un hijo era propiedad de su padre quien (1) tenía derecho a las ganancias de su hijo, (2) podía transferirlo como propiedad ya sea como una adopción o una venta auténtica y, (3) podía, bajo ciertas circunstancias, darle muerte. Un hijo adoptivo era considerado como un hijo nacido en la familia. Ya no podía heredar de su padre natural. Ya no era responsable de sus antiguas deudas (una falla que eventualmente fue corregida). Para su familia anterior, estaba muerto. Con el correr del tiempo, se fueron incluyendo modificaciones al rigor con que se trataba a hijos en la ley romana y, sin duda, Pablo lo consideraba desde un punto de vista helenístico más liberal.

               En Gálatas 4:1-3 Pablo enuncia correctamente la ley romana en cuanto a los hijos. Dios envió a su Hijo a nacer como un ser humano bajo la ley para redimir a los esclavos del pecado y darles todos los derechos de hijos (Gálatas 4:4, 5). Ser adoptados nos llevó de la esclavitud a ser hijos y herederos (

                 La adopción es más que una cuestión de posición o estado; cuando Dios nos adoptó, puso su Espíritu en nosotros y fuimos sujetos a su control (

                 La unión del creyente con Cristo: Nuestra unión con Cristo necesita ser redescubierta por el creyente en general y por el misionero muy en particular. Se habla muy fácilmente de una decisión tomada para Cristo, una experiencia pasada, un perdón de nuestros pecados. Pero ¿qué nos sostendrá en la dura lid y en los momentos de fuerte angustia y decepción ministerial? Sólo una profundización de una unión con Cristo – judicial, vital y espiritual. Nada menos que una participación en la vida misma de Cristo basta para incentivar, motivar y mantenernos en acción en la lucha espiritual contra las huestes del Príncipe de este mundo.

                El pecado: su origen, maldición y naturaleza: Westminster dice que: “Pecado es cualquier falta de conformidad hacía, o transgresión de, cualquier ley de Dios dada como regla a la criatura razonable.” Chafer y otros piensan que sería mejor sustituir la palabra “carácter” por “ley” en esta definición, dado que la ley de Dios no puede incluir todo lo que requiere el carácter de Dios.

El origen del pecado: Debe ser comprendido que el pecado no tuvo su comienzo aquí en la tierra. El primer pecado fue cometido en el cielo. El cielo fue manchado antes que la tierra fuera dañada por su horrible presencia. De aquí que, a fin de entender enteramente su realidad y naturaleza, debamos primero estudiar su comienzo en el universo, y luego su comienzo sobre la tierra.

La maldición que trajo el primer pecado: Aunque sólo un pecado fue acto de desobediencia, éste manifestó el espíritu de rebelión que había entrado en el corazón del hombre, y rompió la comunión con el Dios Santo. Como resultado, Dios pronunció las maldiciones bajo las cuales toda la creación ha sufrido desde entonces.

1.- La maldición sobre la serpiente: “… maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida” (Vs 14). La maldición sobre el reino animal.

2- La maldición sobre la mujer: “… Multiplicaré en gran manera los dolores de tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti” (Vs 16).

3.- La maldición sobre el hombre: “… maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida… con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Vs 17–19). Esto claramente incluye tanto la muerte física como la muerte espiritual. Otro resultado de la maldición sobre el hombre es su expulsión del huerto de Edén.

La naturaleza del pecado: El pecado no consiste solamente de hechos exteriores. Es un principio o naturaleza dentro del ser humano. Mientras que es verdad que los hombres son pecadores porque pecan, es un principio fundamental que los hombres pecan porque son pecadores. Son pecadores por naturaleza antes que de que se conviertan en pecadores por práctica. El primer pecado de Adán resultó en la posesión de una naturaleza pecaminosa. Todos sus descendientes han nacido con una naturaleza pecaminosa desde entonces, que ha resultado en su pecar. Jesús dijo que un árbol da fruto según su naturaleza. “Así todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da malos frutos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar buenos frutos” (Mt. 7:17, 18).

Jesús estaba más interesado en cortar el árbol malo, que en tratar de destruir el fruto malo. Por lo tanto, Juan el Bautista profetizó de Él, “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de  los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (Mt. 3:10). Esto también explica porque Jesús condenó la mirada adúltera, al igual que el acto adúltero (Mt. 5:27, 28); y porque condenó el enojo tanto como el asesinato (Mt. 5:21, 22), porque es este principio el que lleva al asesinato.


En conexión con la tentación y la mirada adúltera de la cual Jesús habla aquí, parece, según Dake, que Él quería decir que un hombre miraría “con continuo deseo y con mente decidida a cometer el acto si de cualquier forma le fuera posible (Stg. 1:13–16). Esto se convierte en un estado del corazón y es tan mortal como el acto mismo (I Sam. 16:7; Mr. 7:19–23).”72

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