1.-
Definición de las siguientes Doctrinas Bíblicas:
Predestinación:
expresa la soberanía de Dios en la
historia y en la vida de cada hombre .Dios reina soberanamente sobre los
acontecimientos (Lucas 22:22; Hechos. 2:28 ; 4: 27) los tiempos y lugares
(Hch17:26.31;Heb:4:7), las cosas ( Mt 17:25;21:2,3;26:18), y las personas,
tanto creyentes como incrédulos ( Isaías. 41:25 ; 42:1-13;44:28-45:7 ;Hechos.
4:27;Ro. 9:10-13) para cumplir sus designios en la naturaleza y la humanidad
(Sal115:3; Dn4:34),lograr la redención y la liberación de los hombres
(Is:42:1-7;61:1-4),y dar gloria y honra a su nombre.
Del estudio de las diversas
palabras que tanto en hebreo como en griego significan “elegir” o “predestinar”
se desprenden varias implicaciones significativas:
1. El
concepto y los términos de la elección tienen mucha más importancia en la Biblia que los de la predestinación,
especialmente en el AT.
2. Mientras
la predestinación se refiere solo muy contadas veces a la salvación personal
como tal, la elección se refiere típicamente a la redención del pueblo de Dios
y (en el NT) de los individuos.
3. Ambos
conceptos son mucho más amplios de lo que tradicionalmente, partiendo de San
Agustín y Calvino, se ha creído; su
horizonte de referencia es siempre el plan redentor de Dios en toda su envergadura;
su contexto vital es siempre es el pueblo de Dios (dentro del cual se ubica el individuo);
y su centro y corazón es Jesucristo, electo y predestinado para ser el salvador
conforme al pacto eterno de Dios.
4. En
ambos casos, el énfasis cae casi
exclusivamente sobre la acción de Dios mismo al predisponer el plan
redentor y al escoger a su pueblo ; prueba de esto es el muy frecuente empleo
de las formas verbales en diversos tiempos y el poco uso (nada en el AT)de
participios pasivos o de sustantivos derivados (p.e. “Los electos” , la predestinación “,)
5. En
sentido teológico la doctrina de la elección es una expresión concreta de la
gracia soberana e inmerecida de Dios, y la predestinación representa una de las
expresiones de su soberanía en toda la historia conforme a los designios de su
misericordia
Regeneración:
cambio radical que el espíritu Santo realiza en el hombre cuando este, habiendo
oído y creído la palabra de Dios, recibe a Jesucristo como salvador. La persona
pasa del dominio del pecado al dominio del Espíritu, e inicia el crecimiento y el progreso
espiritual cuyas meta es la perfección el llegar a ser semejante a cristo (Mt
13:23; Juan. 35; Ro. 8:29; 2Co. 5:17; 1 P. 1:21-23).
El término aparece solo dos
veces en el NT (RV). Una es en Mateo 19:28, donde nuestro Señor lo emplea en un
sentido escatológico, refiriéndose a la restauración de todas las cosas, cuando
los apóstoles participaran con él en gloria, autoridad y juicio. La otra en
tito 3:15, donde el Apóstol pablo compara nuestra salvación con un lavamiento o
limpieza que purifica la naturaleza pecaminosa del hombre.
Conversión:
El sustantivo “conversión” se usa una sola vez
(Hch. 15:3), y es traducción del gr. Epístrofe, literalmente “volverse a”. La
forma verbal, “convertir”, aparece algunas veces en forma activa (Sal. 19:7), y
otras en sentido pasivo (Sal. 51:13, heb. Shuf, Mt. 13:15). El significado
literal de la palabra es “darse vuelta”, “girar hacia atrás”, “volverse a”. La Conversión significa que el alma se vuelve del pecado a Dios. El
apartarse del pecado es el paso del arrepentimiento, y el volverse a Dios es el
acto de fe mediante el cual la salvación se hace posible (Ef. 2:8, 9).
Arrepentimiento: (heb. Generalmente nâjam,” sentir pesar [disgusto]”, “estar triste”, “consolarse”; también nôjam, “arrepentirse”, y shûb, “volver[se]”, “retornar”; gr. metanoéÇ, “cambiar de opinión [mente, dirección]”, “sentir remordimiento”, “arrepentirse”, “convertirse”; y metánoia, “cambio de opinión [mente, dirección]”, “arrepentimiento”, “conversión”). Como término teológico es el acto de abandonar el pecado, aceptar el gratuito don de Dios de la salvación e iniciar el compañerismo con Dios. El verdadero Arrepentimiento implica un cambio radical en la actitud hacia el pecado y hacia Dios. Es su generosa bondad la que lleva a los hombres al Arrepentimiento (Ro. 2:4), operando en ellos “el querer como el hacer” (Fil. 2:13). Está precedido por la convicción del Espíritu Santo que impresiona el corazón del pecador con la infinita justicia de Dios y su condición perdida (cf Is. 6:5; Hch. 2:37). A la convicción sigue la contrición, y un reconocimiento interior de nuestra necesidad de la gracia divina, unida a una disposición de permitir que Dios obre su justicia en nuestra vida (cf Sal. 34:18; 51:17; Is. 57:15; 66:2).
Arrepentimiento: (heb. Generalmente nâjam,” sentir pesar [disgusto]”, “estar triste”, “consolarse”; también nôjam, “arrepentirse”, y shûb, “volver[se]”, “retornar”; gr. metanoéÇ, “cambiar de opinión [mente, dirección]”, “sentir remordimiento”, “arrepentirse”, “convertirse”; y metánoia, “cambio de opinión [mente, dirección]”, “arrepentimiento”, “conversión”). Como término teológico es el acto de abandonar el pecado, aceptar el gratuito don de Dios de la salvación e iniciar el compañerismo con Dios. El verdadero Arrepentimiento implica un cambio radical en la actitud hacia el pecado y hacia Dios. Es su generosa bondad la que lleva a los hombres al Arrepentimiento (Ro. 2:4), operando en ellos “el querer como el hacer” (Fil. 2:13). Está precedido por la convicción del Espíritu Santo que impresiona el corazón del pecador con la infinita justicia de Dios y su condición perdida (cf Is. 6:5; Hch. 2:37). A la convicción sigue la contrición, y un reconocimiento interior de nuestra necesidad de la gracia divina, unida a una disposición de permitir que Dios obre su justicia en nuestra vida (cf Sal. 34:18; 51:17; Is. 57:15; 66:2).
El Arrepentimiento se integra a la conversión y en ésta alcanza su culminación
(Hch. 3:19). Arrepentirse se usa también con el matiz no teológico de “cambiar
de opinión”, “lamentar”. En este sentido se habla de que Dios se “arrepiente”
de algo (Gn. 6:6; 1 S. 15:11; Jer. 18:8; etc.). El no cambia su propósito, pero
el hombre, como ser moralmente libre, puede revertir el resultado de la
intención de Dios.
La adopción: Pablo es el único escritor del NT que usa el término; en su caso es una metáfora derivada del uso helenístico y la ley romana. La situación legal de un hijo en los comienzos de Roma era poco menos que la de un esclavo, aunque en la práctica su rigor variaba según el temperamento del padre. Un hijo era propiedad de su padre quien (1) tenía derecho a las ganancias de su hijo, (2) podía transferirlo como propiedad ya sea como una adopción o una venta auténtica y, (3) podía, bajo ciertas circunstancias, darle muerte. Un hijo adoptivo era considerado como un hijo nacido en la familia. Ya no podía heredar de su padre natural. Ya no era responsable de sus antiguas deudas (una falla que eventualmente fue corregida). Para su familia anterior, estaba muerto. Con el correr del tiempo, se fueron incluyendo modificaciones al rigor con que se trataba a hijos en la ley romana y, sin duda, Pablo lo consideraba desde un punto de vista helenístico más liberal.
En Gálatas 4:1-3 Pablo enuncia
correctamente la ley romana en cuanto a los hijos. Dios envió a su Hijo a nacer
como un ser humano bajo la ley para redimir a los esclavos del pecado y darles
todos los derechos de hijos (Gálatas 4:4, 5). Ser adoptados nos llevó de la
esclavitud a ser hijos y herederos (
La adopción es más que una
cuestión de posición o estado; cuando Dios nos adoptó, puso su Espíritu en
nosotros y fuimos sujetos a su control (
La unión del creyente con
Cristo: Nuestra unión con Cristo necesita ser redescubierta
por el creyente en general y por el misionero muy en particular. Se habla muy
fácilmente de una decisión tomada para Cristo, una experiencia pasada, un
perdón de nuestros pecados. Pero ¿qué nos sostendrá en la dura lid y en los
momentos de fuerte angustia y decepción ministerial? Sólo una profundización de
una unión con Cristo – judicial, vital y espiritual. Nada menos que una
participación en la vida misma de Cristo basta para incentivar, motivar y
mantenernos en acción en la lucha espiritual contra las huestes del Príncipe de
este mundo.
El pecado: su origen, maldición
y naturaleza: Westminster dice que: “Pecado es
cualquier falta de conformidad hacía, o transgresión de, cualquier ley de Dios
dada como regla a la criatura razonable.” Chafer y otros piensan que sería
mejor sustituir la palabra “carácter” por “ley” en esta definición, dado que la
ley de Dios no puede incluir todo lo que requiere el carácter de Dios.
El
origen del pecado: Debe ser comprendido que el pecado no
tuvo su comienzo aquí en la tierra. El primer pecado fue cometido en el cielo.
El cielo fue manchado antes que la tierra fuera dañada por su horrible
presencia. De aquí que, a fin de entender enteramente su realidad y naturaleza,
debamos primero estudiar su comienzo en el universo, y luego su comienzo sobre
la tierra.
La
maldición que trajo el primer pecado: Aunque sólo un pecado
fue acto de desobediencia, éste manifestó el espíritu de rebelión que había
entrado en el corazón del hombre, y rompió la comunión con el Dios Santo. Como
resultado, Dios pronunció las maldiciones bajo las cuales toda la creación ha
sufrido desde entonces.
1.-
La maldición sobre la serpiente: “… maldita serás entre todas las bestias y
entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás
todos los días de tu vida” (Vs 14). La maldición sobre el reino animal.
2-
La maldición sobre la mujer: “… Multiplicaré en gran manera los dolores de
tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido,
y él se enseñoreará de ti” (Vs 16).
3.-
La maldición sobre el hombre: “… maldita será la tierra por tu causa; con
dolor comerás de ella todos los días de tu vida… con el sudor de tu rostro
comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues polvo eres, y al polvo volverás” (Vs 17–19). Esto claramente
incluye tanto la muerte física como la muerte espiritual. Otro resultado de la
maldición sobre el hombre es su expulsión del huerto de Edén.
La
naturaleza del pecado: El pecado no consiste solamente de
hechos exteriores. Es un principio o naturaleza dentro del ser humano. Mientras
que es verdad que los hombres son pecadores porque pecan, es un principio
fundamental que los hombres pecan porque son pecadores. Son pecadores por
naturaleza antes que de que se conviertan en pecadores por práctica. El primer
pecado de Adán resultó en la posesión de una naturaleza pecaminosa. Todos sus
descendientes han nacido con una naturaleza pecaminosa desde entonces, que ha
resultado en su pecar. Jesús dijo que un árbol da fruto según su naturaleza. “Así todo buen árbol da buenos frutos, pero
el árbol malo da malos frutos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el
árbol malo dar buenos frutos” (Mt. 7:17, 18).
Jesús
estaba más interesado en cortar el árbol malo, que en tratar de destruir el
fruto malo. Por lo tanto, Juan el Bautista profetizó de Él, “Y ya también el hacha está puesta a la raíz
de los árboles;
por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”
(Mt. 3:10). Esto también explica porque Jesús condenó la mirada adúltera, al
igual que el acto adúltero (Mt. 5:27, 28); y porque condenó el enojo tanto como
el asesinato (Mt. 5:21, 22), porque es este principio el que lleva al
asesinato.
En
conexión con la tentación y la mirada adúltera de la cual Jesús habla aquí,
parece, según Dake, que Él quería decir que un hombre miraría “con continuo
deseo y con mente decidida a cometer el acto si de cualquier forma le fuera
posible (Stg. 1:13–16). Esto se convierte en un estado del corazón y es tan
mortal como el acto mismo (I Sam. 16:7; Mr. 7:19–23).”72
No hay comentarios:
Publicar un comentario