En
hebreo, ojel que significa tienda; y miscan que significa morada).
Tienda de campaña, santuario portátil que cobijaba el arca del pacto. Sirvió a Israel
desde su construcción en el Sinaí (Ex 19.1), hasta la construcción del templo
de Salomón.
Se
le conoce por los siguientes nombres:
1. ≪Tabernáculo≫ (en hebreo, morada), Ex 40.34, 35.
2. ≪Tabernáculo
del testimonio≫,
tal vez como referencia al arca que guardaba las tablas de la ley.
3. ≪Tabernáculo
de reunión≫ (Ex
40.34–35), para indicar que era el punto en torno al que se debía congregar
Israel.
4. ≪Casa
de Jehová≫ (Ex
34.26).
5. ≪Tabernáculo
(en hebreo, tienda) de Jehová
(1 R 2.28). Simbolizaba esencialmente la presencia de Jehová en medio del
pueblo. Cuando Israel adoro el becerro de oro y despertó así la ira de Jehová, Moisés
saco el tabernáculo fuera del campamento (Ex 33.7), simbolizando así el
alejamiento de Dios. Cuando se reanudo la marcha del pueblo nuevamente
consagrado a Jehová, el tabernáculo se instalo en medio, con seis tribus
delante y seis tribus detrás (Núm. 2.17).
a)
Modelo del tabernáculo según
su probable aspecto después de construido en el desierto.
A
este simbolismo de la morada de Dios en medio de su pueblo (Ex 25.8) se hace referencia
al hablarse de la encarnación del Verbo que ≪habito
(en griego, puso tabernáculo)
entre nosotros≫ (Jn
1.14). El libro de Éxodo, especialmente en los caps. 25–31, describe con lujo
de detalles los materiales empleados y las dimensiones básicas. El tiempo y las
guerras destrozaron el tabernáculo original.
De
ahí que hubo necesidad de un segundo tabernáculo en tiempos de David (2 S
6.17). En el pacto de Dios con David, Dios le recuerda que ha andado en tienda
y en tabernáculo (2 S 7.6; 1 Cr 17.5). El tabernáculo se construyó
principalmente con materiales que se encontraban en el desierto, complementados
con el producto del despojo de los egipcios al efectuarse el éxodo. Lo cubrían
tres cortinas (Ex 26). La primera se componía de once piezas tejidas de pelos
de cabras, cada una media trece metros y medio de largo por un metro ochenta de
ancho. Con ella se formaban dos grandes paños de cinco y seis cortinas,
respectivamente, que se unió con lazadas y corchetes. La segunda cortina estaba
formada con pieles de carnero teñidas de rojo. La tercera estaba hecha de
pieles de tejones (halicore dulong),
mamífero marino que abunda en el mar Rojo.
Estas
dos últimas cubiertas median dieciocho por trece metros y medio cada una. La
primera cortina, pues, era un metro ochenta más extensa que las dos últimas. El
recinto del tabernáculo tenía trece metros y medio de norte a sur. Las paredes
de cuarenta y ocho tablas estaban recubiertas por láminas de oro y las sostenían
cuarenta basas de plata en los costados y dieciséis en los otros dos lados.
Exteriormente la cubrían diez cortinas de lino torcido, azul, purpura y carmesí
y con adornos de querubines bordados. Estaban unidas entre sí en dos paños de
cinco cortinas cada uno.
El
recinto estaba dividido en dos partes (Ex 26.31–33), separadas entre sí por un
velo de cuatro colores artísticamente tejido y adornado con querubines. El
velo, por medio de anillos de oro, colgaba de cuatro columnas de acacia
cubiertas de oro. A un lado del velo estaba el Lugar Santo. En el estaban el
altar del incienso en el que se ofrecía el incienso cada mañana y tarde (Ex 30.6–10;
40.26, 27; 30.7, 8), la MESA de los panes de la proposición y el CANDELERO de
oro. Al Lugar Santo solo podían entrar los sacerdotes (Heb 9.6).
Detrás
del velo estaba el Lugar Santísimo donde solo el sumo sacerdote podía entrar, y
eso solo una vez al año (Heb 9.7). Allí estaba el arca (ARCA DEL PACTO)
cubierta con el propiciatorio sobre la que había dos QUERUBINES de oro en
actitud de adoración.
El tabernáculo
estaba diseñado para desarmarlo y transportarlo cuando las circunstancias lo
requirieran. Esto era indispensable en la marcha por el desierto y aun en Canaán.
El tabernáculo lo armaban en un patio o ATRIO cuadrangular de unos 45 m por 22.50
y se orientaba de este a oeste (Ex 27.18). El atrio no tenía techo, estaba
limitado por 60 columnas de metal con capiteles de plata fundados sobre basas
de cobre (Ex 38.10, 17, 20). Estas columnas servían para colgar las cortinas
que cercaban el atrio y que eran de lino blanco torcido (Ex 27.9; 38.9, 16),
salvo la parte oriental que era de lino torcido de colores azul, purpura, carmesí
y blanco (Ex 27.16; 38.18).
En
este patio estaba el ALTAR del holocausto delante de la entrada del tabernáculo
(Ex 40.6). Entre el altar y el tabernáculo estaba la FUENTE de las abluciones.
El sacerdote ofrecía el sacrificio sobre el altar, se purificaba en la fuente y
luego podía entrar en el Lugar Santo (Ex 40.7). Se estableció un orden para que
las tribus acamparan en torno al tabernáculo. Tres tribus acampaban a cada
lado. La tribu del centro de cada trio servía para dominar su lado: Judá al
este, Efraín al oeste, Rubén al sur y Dan al norte. Este orden sugiere una disminución
de santidad desde el centro hacia el exterior. En el centro espiritual del tabernáculo,
el Lugar Santísimo, sobre el arca, estaba la silla de la misericordia (propiciatorio);
después, fuera del velo, el Lugar Santo; después, el patio. Luego, fuera del
patio estaban primero los sacerdotes y los levitas, y finalmente el campamento principal.
El
mismo simbolismo se ve en el uso de los metales. En el Lugar Santísimo se uso oro
fino para simbolizar santidad. De allí hacia el exterior, a medida que se aleja
del centro de la presencia de Jehová, se disminuye la santidad, la que esta
simbolizada por el uso de metales de calidad decreciente: oro fino, oro
ordinario, plata y finalmente bronce.
También
hay cierto simbolismo numérico como: el 3, divinidad; el 4, humanidad, el 7 y el
10, perfección, calidad de completo. Esta perfección y santidad gradual explica
por que el pueblo pudo llegar solamente hasta el patio, los sacerdotes hasta el
Lugar Santo y solo el sumo sacerdote al Lugar Santísimo.
La
columna de fuego en la noche o de NUBE en el día era lo que dirigía los movimientos
del tabernáculo. Si el tabernáculo debía permanecer estacionado, la nube se ubicaba
sobre él. Si había que marchar, la nube se elevaba y marcaba el rumbo a seguir hasta
cuando su detención señalaba la llegada a una nueva estación. Al tener que
levantar el campamento, los sacerdotes desarmaban el tabernáculo y lo cubrían
cuidadosamente, y los levitas lo transportaban según un orden establecido (Núm.
3.25–37).
La
Epístola a los Hebreos da una interpretación inspirada del tabernáculo y su
Simbolismo (Heb 8–10). Juan alude al
simbolismo de la presencia de Dios en medio de su pueblo cuando dice
literalmente que el Verbo ≪puso
tabernáculo entre nosotros≫ (Jn
1.14). En la visión final de Ap. 21.3, aparece nuevamente la idea de Dios
morando definitivamente con los hombres. La suprema realidad de su presencia
supera la necesidad de descripción de su morada (Ap. 21.22).
b)
Fiesta de los Tabernáculos
Era una de las tres grandes
fiestas que se celebraban anualmente en Jerusalén. A ella debían concurrir
todos los israelitas varones (Ex 23.14, 17; Dt 16.13–16). Se le llamaba así
porque las familias debían habitar durante siete días en tabernáculos o cabañas
de ramas y hojas de árboles. Se construían en los techos de las casas, en los
patios, en el atrio del templo y aun en las calles. De ese modo recordaban que habían
habitado en tabernáculos durante los años de peregrinación en el desierto (Lev
23.43). Todos debían regocijarse delante de Jehová por la protección sobre su
pueblo y por la cosecha de los frutos de la tierra.
La
Fiesta de los Tabernáculos se celebraba desde el día 15 al 22 del séptimo mes,
fin del año agrícola, cuando se recogían las cosechas de los cereales: el trigo
y la cebada. El primer día y el octavo se declararon días de reposo: nadie debía
trabajar en ellos. En los sacrificios públicos se ofrecían dos carneros y
catorce corderos, en cada uno de los siete primeros días, juntamente con trece
novillos el primero, doce el segundo, once el tercero, diez el cuarto, nueve el
quinto, ocho el sexto y siete el séptimo. El octavo día se ofrecía un novillo,
un carnero y siete corderos, con los presentes y libaciones correspondientes (Lev
23.33–43). Se tenía la costumbre de leer la Ley cada séptimo año durante el
primer día de la fiesta (Dt 31.10–13).
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